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León Jibaja Lemos

El legado de una aguja que vistió con elegancia Guaranda


Décadas atrás, cuando la moda aún llevaba el sello de la confección artesanal y los catálogos eran tesoros que mostraban las tendencias del mundo, un nombre se fue tejiendo con cada puntada, Don León Jibaja Lemos.


Nació en el seno de una familia dedicada a la sastrería. Su padre, Juan Dagoberto Jibaja, fue un sastre reconocido en su tiempo y fue de sus manos y su disciplina que Don León heredó un oficio que marcaría su vida entera. Hoy, sus 90 años, con lucidez y una alegría contagiosa, recuerda la época en que los “cortes sastre” eran símbolo de distinción. En aquellos años, la elegancia se medía en detalles, el trazo exacto, el corte preciso y la caída perfecta de un saco.


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Al principio, confiesa entre risas, no le gustaba la costura. Fue la necesidad la que lo llevó a aprender, pero pronto descubrió que el taller no solo era un espacio de trabajo, sino también de historias. Por sus manos pasaron telas finas, modelos atrevidos para la época y sobre todo, clientes exigentes que confiaban plenamente en su talento.


Su destreza no se limitó a la ropa masculina. Don León aprendió también a confeccionar prendas femeninas, abrigos, vestidos, blusas, inspirándose en los catálogos que portaba para su fiel clientela, cualquier modelo elegido, por más difícil que sea, lo hacía una realidad. Con precisión y buen gusto, elaboraba piezas únicas que marcaban estilo. “Empecé a coser para mujeres porque venían señoritas muy elegantes y muy bellas a confeccionarse prendas”, recuerda entre risas, aclarando con respeto que aquello fue uno de los motivos que, poco a poco, lo acercaron con gusto a la costura.


Hubo un tiempo en que su arte viajó más allá de Guaranda. En Otavalo, por ejemplo, confeccionó prendas para figuras destacadas como Nina Pacari, líder histórica del movimiento indígena ecuatoriano. Aquello fue para él una sorpresa y un orgullo, un reconocimiento silencioso a su oficio discreto pero impecable.


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En su tierra, familias tradicionales acudían con frecuencia a su taller de la calle Selva Alegre, entre Convención de 1884 y Sucre. Durante más de 60 años, ese espacio fue testigo de moda, tradición y trabajo incansable. Muchas de sus prendas viajaron fuera del país, llevándose consigo no solo tela y costura, sino la dedicación de un sastre que nunca improvisó un acabado.


Su hija Beatriz, quien cuida de él, mantiene viva su memoria. Con orgullo relata que la labor de su padre permitió educar a toda la familia y sostiene que cada puntada fue también un acto de amor. Hace apenas dos años, con 88 encima, Don León realizó su último trabajo, un vestido para una de sus nietas. Beatriz aún luce con frecuencia prendas hechas por su padre, piezas que conservan la fineza y el detalle de una época en que la ropa no se compraba, se mandaba a hacer, al igual que lo hacen sus demás hijos.


“Ha sido un hombre honesto; agradezco a mi padre por todo lo que ha hecho por su familia. Es un ejemplo y este legado debemos llevarlo con nosotros”, dice Beatriz, con una mezcla de ternura y admiración.


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El tiempo ha pasado, pero el eco de su máquina de coser, el olor de las telas nuevas y la precisión de su mano quedan grabados en la memoria de una ciudad que vio en él a un artesano auténtico.


Don León Jibaja Lemos no solo vistió a generaciones, les dio identidad y estilo, dejando en alto el oficio de sastre y marcando un camino para quienes hoy siguen hilando historias en cada prenda.


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1 comentario

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Margarita Jibaja Osorio
hace 6 días

Excelente entrevista para darle visibilidad a un excelente hombre como lo es mi querido tío que con ese oficio tan digno y respetable pudo sacar a su familia adelante; bendiciones siempre 🙏🏻🫂

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