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Mi nombre es Gina

26 ago 2024

Carmen Gina es mi nombre, nací arrullada con el canto de las Sirenas, entre la blanca espuma del mar, el murmullo de las olas y el esplendor del sol, en una playa con arena caliente donde di mis primeros pasos. Con apenas dieciocho meses de edad , apoyada por los brazos de mi madre aprendí a caminar y hablar, bajo el cuidado de la mirada atenta de mi padre y la de varios de mis hermanos mayores; porque fuimos algunos hijos, mi recuerdo inmediato era el de mi hermano mayor Pedro, ¡Pedro cojo! así lo llamaba, seguramente lo relacioné con el problema tras un accidente suscitado con su actividad de pescador, porque en mí recuerdo estuvo presente la ”Canoa azul” aquella pequeña embarcación en la que salía a pescar mar adentro, ”mi querido hermano Pedro” solía consentirme traía conchas y camarones que me gustaban, mi plato favorito combinado con arroz, yo lo quería mucho, siempre con su amplia sonrisa que iluminaba su rostro azabache, y mostraba sus dientes blancos en hileras como perlas en collar fino, su nombre se mantenía no sólo en mi memoria sino en mi corazón.

Recuerdo que yo corría a despedirlo cuando se embarcaba y con mi mano levantada le hacía señas de un adiós, la agitaba hasta que se alejaba de la costa y lo perdía de vista, cada vez que él se subía a su barca sonreía y se encomendaba a Dios, se persignaba esperanzado en traer muchos pescados y mariscos, su red estaba lista para la faena marina, saben no me gustaba el pescado cuando era niña, cosa rara verdad, en fin son las cosas de la vida.

Ligado a ese querido recuerdo estaba el de mi hermana Kelly quien tenía un año más que mí, ella me enseñaba muchas cosas, y juntas jugamos tantas veces, lo que más nos gustaba era correr y bailar, no recuerdo ningún juguete en especial, solo que con libertad correteábamos y reíamos en la playa abierta, frente a la covacha que tenía mí madre, donde preparaba deliciosa comida costeña propia de la región, los turistas acudían a nuestro comedor para alimentarse, mostrando su preferencia por su buena preparación y sabrosura.

Nuestra playa donde nacimos, nuestro espacio natal, tiene su arena blanca, remojada por las suaves olas y la espuma del mar, el Pacífico, danza su vals bajo los rayos dorados del astro rey, el mismo que nos envolvía con su brillo de pies a cabeza, deleitándose cada mañana con nuestra piel de ébano. Día tras día miramos la inmensidad del mar y el añil del cielo que en el horizonte se juntaba perdiéndose en una sola línea, más tarde comprendí que era el horizonte marino donde nuestra vista se deleitaba con la fusión en la distancia del mar y del cielo; vivimos la misma rutina entre el bullicio y la algarabía, cuando estábamos todos juntos en la covacha, cada amanecer, y los espléndidos atardeceres anaranjados y rojos que miramos con naturalidad, los turistas plantaban sus miradas en estas bellezas que Dios nos dio, lo cierto es que acudíamos a nuestra covacha ya sea para comer algo o por la noche acomodándonos un espacio para descansar dentro de la única habitación que disponíamos, refugiados entre las cañas que tejían nuestro hogar que era nuestro castillo y fortaleza, todo eso guardé en mi memoria.

La mía sí que fue una familia numerosa, no podría precisar cuántos hermanos éramos entonces, pero ahora que lo pienso que todo lo que ocurrió tenía una causa, estoy convencida que la necesidad y el numeroso grupo familiar fue la razón imperiosa para que mis padres encargaran la misión a mis tutores, y a otros para mis otros hermanos con lo que respecta a mi, creo que confiaban en ellos y en la suerte sabiendo que iba estar muy bien y que era lo mejor, los conocieron con más detalle durante los tres meses de las vacaciones de la Sierra y eran clientes de la temporada en el comedor de mi madre, que por cierto su nombre era Georgina y mi padre Juvenal, vagamente la recordaba, sabía sin embargo que su estatura era alta, mi padre era un hombre delgado y bastante alto, mi madre a más de su considerable estatura era bastante gordita, para decirlo con cariño, los tres meses de vacaciones de aquella familia de la Sierra estaban por concluir, durante este lapso de tiempo compartido ocasionó que uniéramos nuestros lazos de afecto desde el principio, yo diría desde que nos conocimos permanecimos y estuvimos juntos todo el tiempo yo me iba con ellos a dormir en su Villa, siempre de la mano de mi mami Laly, ella una mujer linda con una mirada dulce, su bondad se respiraba en el aire, que encantaba a quien la conociera, era para mí un ángel, tenía una bella sonrisa en su rostro que reflejaba su alma en plenitud, eso lo vi todo tiempo, hasta el final de sus días.

En el transcurso de los años recibí la visita de mis padres en mí nuevo hogar, estaba pequeña aún, en ese entonces yo tenía unos cinco años, la primera vez que vinieron, no quise acercarme, el temor que me llevaran de vuelta me detenía hacerlo, prácticamente eran dos desconocidos y eran “negros” me decía a mí misma, claro que eran negros como lo era yo, me sentía asustada; en la ciudad donde vivía, en la ciudad de las Siete Colinas, no había gente de color, o muy pocos quizá; cuando la Mami Laly me dijo abrazándome con cariño, que los salude y los conozca, que eran mis padres y que habían venido de muy lejos para verme además porque me querían estaban ahí, yo me resistía y ella con su voz suave me habló con toda la dulzura, algo habitual en ella, me dijo que era su hija y nadie me llevaría a ninguna parte, esas palabras calmaron mi desconfianza y ansiedad, sin duda, eran palabras mágicas para mí, lo que me dio seguridad y me convenció, entonces los salude, pero agarré fuertemente la mano de mi protectora, quien me dio todo su amor, como una verdadera madre puedo decirlo sin temor a equivocarme que me dio tanto amor que yo era una niña feliz en mi casa grande de ladrillo y cemento, la casa con balcones que miraban las dos calles principales de la ciudad, desde donde apreciamos muchos años desfiles, comparsas, procesiones, marchas y tantas cosas más concernientes a las festividades locales,

El Papío me miraba con ternura y esbozaba una sonrisa sincera que reflejaba la bondad de su alma, sus cinco hijos, mis hermanos de corazón, allí participaban de este evento, también manifestaron su sobresalto al pensar que me llevarían de vuelta, porque aprendimos a querernos y compartimos todas nuestras vivencias, luego así como yo, se calmaron y presentaron su simpatía por los dos invitados, atendiéndoles con toda la cordialidad como siempre acostumbraron en casa, no se hizo esperar el disfrutar de la comida en la mesa grande, todos juntos con los recién llegados, una conversación agradable y luego un paseo por la ciudad para que conozcan, se quedaron una semana aproximadamente, y regresaron a su playa cálida y hermosa la misma que más tarde conocería junto a mi hijo, mis padres se fueron muy complacidos al mirar con sus propios ojos como se estaba desarrollando la vida de su hija; además constataron el buen trato que recibía de todos, y lo más importante es la cercanía y cuidado que me prodigaban todos con cariño en especial mi mami Laly y mi Papio, de ellos aprendí todo lo que supe, recetas de cocina, rezos de oraciones, alabanzas a Dios, así como tejidos, buenas costumbres amabilidad, valores y principios éticos y morales el despertar de la parte humana para ser empáticos y un sin número de cosas que la vida se encargó de recordarme más tarde exponiéndolos como cualidades aprendidas, por dos ocasiones más recibimos la visita de mis progenitores, pero la tercera vez sólo vino mi padre Juvenal acompañado por mi hermano Pedro, trajo entonces la noticia que mi madre Georgina había fallecido en esos días, fue triste saber esto, mi corazón se apretó en mi pecho era lamentable la pérdida de mi madre aunque poco y nada la conocía pero igual la quería porque así me enseñó mi Lalita, podría decir que tengo pocos recuerdos de ellos, sin embargo, conserve en mi mente algunos momentos vividos de esa infancia que hablaba en mi interior, y lo rememoré en silencio, no era otra cosa que la fuerza de nuestras raíces la que llevamos en el alma, en nuestra piel oscura y en la sangre roja como la amapola.

Como ya lo dije antes, tempranamente me separé de mi familia y cambió mi vida junto con mi destino; del ancho e inmenso mar de aire caliente, vine hasta la estribación de la gran Cordillera, al frío abrazador del majestuoso nevado, que imponente envolvía todo el ambiente a su paso, el viento gélido de la montaña soplaba con gritos ensordecedores su victoria, en su arrebatada marcha, levantaba consigo nubes de polvo, ese trayecto con arena del desierto marcaba el territorio del coloso parecía interminable atravesar todo este paisaje; pero luego, asomaba pintoresca la pequeña ciudad del árbol de Guarango y entrabamos por una calle que se prolongaba de la carretera.

Viene a mi memoria el instante cuando por primera vez pisé esa bendita tierra de gente amable, viajamos en la camioneta nueva que era propiedad del que hizo las veces de mi padre “Niño Doctore” como lo llamaba cariñosamente cuando estaba pequeña, aduciendo su profesión y escuchando a las personas del servicio doméstico que así lo decían, le causaba gracia escucharme decirle de esa manera a mí Papío para quien guardo todo mi afecto muy adentro de mi corazón con el mayor de los respetos y todo el infinito cariño sin olvidar ni por un momento mi imperecedera gratitud, recuerdo que cuando vine desde mi playa de arena blanca como la espuma que dejaban las ondulaciones de la inmensidad del mar viajé adelante en la cabina con dos Ángeles que velaron por mi hasta cuando Dios Padre los llamó a su lado. Saben, ellos esperaron por mí y ahora ya estoy con ellos en el infinito.

Un viaje inesperado me trajo a otra forma de vida, nuevas costumbres, celebraciones, clima vestimenta, dialecto, gastronomía, en fin, algo diferente a lo que apenas conocía.

El color de la piel de mi nueva familia contrastaba con lo que identificaba como mío, tal es así que quería ser blanca como ellos y por relatos y memorias supe que no me gustaba la leche puesto que no ingeríamos leche en mi casa materna, no sé, si fue a causa de la pobreza o no estaba entre lo acostumbrado en su alimentación no sé con exactitud de donde provenía esta situación, lo cierto es que la mami Laly siempre preocupada por mí salud, me daba un jarro de leche tibia todas las noches, me reusaba a tomarla pero el Papío decía que si tomo la leche me haría blanca como Blanca Nieves, éste era un cuento favorito mío, que me contaban antes de dormir; entonces me apuraba a tomarla y cuando terminaba decía “ya estoy ma café” miren estoy como la Blanca Nueves, todos reían con mis ocurrencias, acondicionaron una cama plegable en el dormitorio de mami Laly y del Papío, junto a su cama, ellos me cuidaban todo el tiempo, yo había sufrido una tosferina bastante fuerte antes de que viniera con ellos a causa de ello mi tímpano del oído izquierdo se había perforado y derivó en la sordera que me acompañó toda mi vida, ahí pasé hasta que tuve unos seis o siete años, luego ocupé una habitación que compartía con una chica de la casa, para no estar sola.

Vino la edad escolar, cursé todas las etapas de escolaridad: Jardín de infantes, primaria y la secundaria, obtuve el título de Bachiller y en un espacio de tiempo vine a la capital de la República, donde estudié en un Instituto de Belleza y Cosmética, que en ese momento de mi vida veía como la profesión más acorde para mi futuro, sin escatimar esfuerzo alguno mis protectores complacieron mi deseo y de esta forma adquirí un título, sin embargo, desistí de ello y nunca ejercí esa profesión, después volví a mi casa y ciudad y seguí en la Universidad una carrera que consideré más acorde para mí, tuve toda la ayuda y respaldo de mis padres de corazón, esto marcó el camino de mi vida, contribuyó a lograr uno de mis mayores sueños, una profesión que abrió las puertas de mi futuro.

En realidad la vida da vueltas eso es innegable , compartimos en familia todas las cosas que se presentaban con cada uno de nosotros, todos preocupados por los demás es por eso que diré que ayudé a cuidar de los niños que Dios nos mandó como bendición a nuestra casa, los vi desde el primer día en que nacieron, los cuidé con mucho cariño y ese cariño fue recíproco, la recompensa recibí en el momento justo cuando crecieron, fui para ellos la Mamita Ina”, como cariñosamente me nombraban, recuerdo, la locura cuando nació el primer nieto y sobrino de la familia un niño que vino alegrar los días de todos nosotros, era nuestro niño, el pionero, el ensayo de la nueva generación, porque pronto se llenó la casa grande con el bullicio de la inocencia; cada uno de los nacimientos de los que fueron llegando a extenderla era mayor alegría para todos.

Los acompañé donde me requerían, todos los que vivíamos en esta casa hecha de paredes de miel, puesto que era tan acogedora y de puertas abiertas para el que quería llegar a ella, eran bien recibidos y atendidos como se debía. Un cariño especial nació en mi corazón para todos ellos, y de pronto se anunciaba la espera de un nieto segundo, tercero, cuarto y quinto nieto, pero los tres niños que vivieron con nosotros estaban más cercanos a mí, después de un tiempo vinieron nueve nietos más, incluido mí hijo, fui madre por primera y única vez, mi alegría fue muy grande con esta bendición, era un nieto y sobrino más de la familia y quien nos acompañó hasta el final de nuestras vidas, la vida siguió su camino entre momentos de inmensa tristeza, dolor y llanto, y otros de mucha alegría, felicidad, paz y sosiego.


Me gustaba bailar, eso era algo que estaba dentro de mi ser, el ritmo de la marimba se alborotaba en mi sangre con efervescencia inusitada, la música me llevó a soñar, a construir castillos de aire y arena, la danza reemplazó el son de los tambores de la provincia verde, pero en mi interior sabía y sentía el calor de la cumbia y la salsa, del merengue y de la bomba. Creo que aprendí algo muy valioso e imité la sencillez y humildad del comportamiento como se manejaba la que consideré mi familia, mis padres de corazón, se tornó en mí componente principal, aunque muchos valoraron y muchos otros lo ignoraron, pero bueno que se puede esperar si somos mundos distintos y no pensamos ni sentimos igual. Me alegra saber que Dios con su infinita misericordia me concedió cumplir una promesa que hice hace tiempo atrás, le pedí de corazón sencillamente que me permita estar con vida hasta que cierren sus ojos mi amada Lalita y mi Papío querido, el Señor me concedió esa gracia y trajo paz a mi alma.

Saben no todo en la vida es color de rosas hay muchos días de color de hormiga, creo que todos pasamos por momentos difíciles, bebemos tragos amargos, sufrimos desamores y traiciones, pero nos levantamos con el espíritu más erguido y enfrentamos todas las batallas que se nos presentan, muchas veces ganaremos las guerras y otras tantas las perderemos, lo importante en el caminar de la vida es dejar huellas imborrables y buenas que se mantengan vivas y presentes en muchas mentes y corazones, espero ser un caminante de esos.

Desde aquel día hasta el final de mis días, viví y morí en esta tierra que me acogió como una hija más de esta hermosa ciudad pequeña que también era mía, allí descansa mi cuerpo yerto junto a la gente que amé y me amaron, he dejado ahí mi corazón, en esta tierra, he dejado, lo que más amé en la vida, les dejé a mi hijo querido y todos los recuerdos de momentos buenos y malos, de risas y lágrimas, de esperanzas y sueños, de alegrías y tristezas, todo se quedó ahí suspendido en el tiempo y en la eternidad...

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